El Doctor Loser opera en el centro de la red
Había brillado como tenista y planeaba ser médico. Recién a los 17 años fichó en un club. Pero la vida te da sorpresas: el inesperado recorrido de Agustín Loser, uno de los mejores centrales del mundo
Podríamos imaginarlo vestido con un guardapolvo blanco, con el estetoscopio colgando del cuello y su nombre en una placa ubicada en la puerta del consultorio: Doctor Agustín Loser. También podríamos suponer que recorre con éxito el circuito ATP a caballo de su espíritu pasional mientras trata de domar la pulsión de revolear raquetas contra el piso cada vez que una derrota le duele.
Pero no hay que imaginarlo, sino verlo. Tiene puesta la camiseta negra con publicidades multicolores del Perugia de Italia, una de las grandes potencias del vóley mundial. Acaba de anotar el penúltimo punto de la serie de cuartos de final con un remate aparatoso que lo hace quedar de rodillas en el suelo. Festeja pegándole palmadas al piso. Se queda apoyado sobre sus rodilleras negras y grita tensando los músculos del cuello. Está en estado de gracia. Dos pelotas más tarde, Agustín Loser alzará los brazos hacia el cielo en señal de festejo. Se terminó el partido y, por ende, la serie contra Módena.
Tres días atrás, los Block Devils se habían clasificado para el Final Four de la Champions League europea y ahora, con este triunfo, se meten en las semifinales de la Superliga de Italia, la NBA del vóley.
Poco después, los parlantes del estadio anunciarán que fue elegido MVP del partido.
En los festejos, cerquita de él podrá verse a Sebastián Solé: el jugador que más admiró desde chico y, ahora, su compañero de equipo y amigo, como Loser contó en Insiders.
Mejor central y máximo bloqueador de la pasada Superliga y decenas de veces destacado con la Selección Argentina, este mendocino de 27 años es uno de los mejores centrales del planeta y casi un talismán de la celeste y blanca, con la que ganó como casi nadie en la historia.
El primer contacto de Agustín Loser con la Selección Argentina ocurre desde la tribuna, casi a la altura del campo de juego, detrás de la cartelería publicitaria. Es junio de 2013 y la celeste y blanca enfrenta a Brasil en el Polideportivo Torito Rodríguez de Mendoza en dos cruces de Liga Mundial.
Agustín saca fotos que guardará en su teléfono móvil durante muchos años –hasta 2025, cuando se escriben esta línea, como mínimo-. En una de las imágenes se observan, de espaldas, a Rodrigo Quiroga, Alexis González y Bruno Romanutti.
Mientras alienta al seleccionado nacional, Agustín no tiene motivos para imaginar que vestirá esos colores poco después. Sería ilógico imaginarlo si él es un pibe que apenas juega al vóley en el colegio, la Escuela de Agricultura de General Alvear, Mendoza, y se entrena tres veces por semana.
En ese 2013, de todos modos, se produce el primer salto entre lo inimaginable y lo posible.
Habría que situarse en el momento exacto en que Luis Testa, un entrenador que es símbolo del vóley mendocino, recibe el dato sobre un pibito que alguien le aconseja convocar para una preselección. “Un amigo lo vio en un ‘torneazo’ que reúne a equipos de distintas ciudades del sur de Mendoza: San Rafael, General Alvear, Malargüe. Me dio muy buenas referencias y lo cité”, recuerda Testa en diálogo con Insiders.
En una de las primeras pelotas de la práctica, el entrenador quedó sorprendido. Le dio una indicación muy específica. “En la pelota posterior se dio esa situación que podía ocurrir y él lo hizo a la perfección. Ahí me dije: ‘Este flaco es distinto’”, rememora con precisión. “Era inteligente y tenía mucho talento. Era fibroso, potente, rápido. Mostraba capacidad de interpretación y análisis y muchas condiciones para el bloqueo”, completa el entrenador.
Hay, de todos modos, una frase de Testa que queda retumbando durante el diálogo. “Había jugado al tenis y en ataque hay gestos similares, así que también tenía facilidad para rematar”, dice.
¿Tenis? ¿Cómo encaja el tenis en este rompecabezas?
“Sí, jugué siete años al tenis. Entre los cinco y los doce. Me encantaba, pero era un deporte muy solitario. Viajaba bastante, acompañado por mi mamá o mi papá, a jugar torneos en distintas partes. Hubo uno o dos años en los que ganaba todo, todo. Y cuando pasé a una categoría más grande, me empezaron a ganar, porque había una diferencia física importante”, explica Loser a Insiders. “Sufría mucho cuando perdía. Lloraba y lloraba. La pasaba mal. Y empecé a romper raquetas. Al entrar a la secundaria hice un clic y dejé el tenis”, agrega.
Ahí, en la secundaria, en la Escuela de Agricultura, el vóley se cruzó con quien sería uno de los mejores centrales del mundo, aunque él ni lo supusiera a esa hora, en ese contexto.
Al año siguiente de haber visto la Selección en el Torito Rodríguez y de haber sido convocado por Testa para la preselección, Agustín ya vestía la camiseta argentina en un torneo oficial: el Sudamericano de Menores 2014, en Paipa, Colombia, donde la Albiceleste venció a Brasil 3-0 en la final, para subirse al escalón más alto del podio.
A los 17 años, Agustín se incorporó por primera vez a un club. Fue en 2015, cuando fichó en Ciudad de Buenos Aires. Quería jugar el Mundial Sub 19 en Chaco y Corrientes, y después estudiar Medicina, como su papá. “Mi mamá estaba cagada en las patas. Soy de una ciudad chica y, de la nada, les dije que me iba a vivir a Buenos Aires para jugar al vóley”, recuerda.
“Sabía que, si seguía entrenando tres veces por semana en mi escuela, no iba a tener protagonismo en la Selección para ese Mundial. Me fui a Ciudad pensando en el Mundial. Sólo en eso. Mientras tanto, terminaba la secundaria en Buenos Aires. Al año siguiente me iba a ir a Córdoba a estudiar Medicina. Estaba todo planeado”, detalla.
Bajo la dirección técnica de Testa, Argentina sufrió en el debut mundialista para vencer a Francia en tie-break. Luego llegaron triunfos sobre Turquía y Bélgica, un tropiezo contra Estados Unidos en el que brillaba Torey Defalco y un impecable 3-0 sobre la Cuba del estelar Miguel Ángel López, para sacar pasaje a cuartos de final contra Brasil.
Así como Testa vio algo distinto en una sola práctica en 2013, una gloria del vóley nacional vaticinó el futuro de Agustín en 2015: Esteban “el Mono” Martínez, uno de los cracks de la generación de los bronces en el Mundial 1982 y los Juegos Olímpicos Seúl 1988 y el primer argentino en jugar en el mítico Módena de Italia. Participó de dos Juegos Olímpicos en vóley bajo techo y en otros dos en vóley playero. Su hija Morena fue olímpica con Las Panteras en Río 2016. Su hijo Jan, la figura argentina de ese Mundial Sub 19 de 2015, tendría su bautismo olímpico en París 2024.
“Agustín ya me venía diciendo que terminaba ese año y se iba a dedicar a estudiar. Y yo respondía: ‘Lo dudo bastante’. No recuerdo si fue en cuartos de final o en semifinales del Mundial, pero la imagen es clarísima en mi cabeza: estábamos en la tribuna con Vale, mi pareja, y los papás de Agustín. Fui contundente y directo: ‘Carlitos, la Medicina va tener que esperar. No queda otra. Perdón que te lo diga, porque seguramente le estás indicando un buen camino a través del estudio, pero ahora tiene que estar primero el vóley”, le dije de manera directa”, rememora Martínez en conversación con Insiders.
“A Agustín le veía facilidad para el juego, fluidez, lectura, explosividad, salto. Muchas cualidades”, amplía “el Mono”.
Testa, aquel técnico que lo había convocado para una preselección mendocina, había visto cuán pulido estaba ese diamante. “Teóricamente, Agustín iba a ser suplente en ese Mundial. Pero en la cancha era evidente que había evolucionado muchísimo y se dio cuenta de que estaba a la par de los mejores del mundo. Les ganamos a Brasil en cuartos de final y a Rusia en semifinales. Todos los pibes de ese seleccionado eran unos guerreros”, rememora Testa.
Loser sintió lava incandescente subiendo por su cuerpo. El Mundial era un volcán que le crecía por dentro. “Llegamos a la final y la gente, de la nada, pasó a pedirme fotos y autógrafos. El público hacía cola toda la noche para conseguir entradas para el día siguiente. La cancha estaba llena todos los partidos. Era una locura”, dice Agustín.
A veces, los locos sacuden las estructuras inconmovibles de los cuerdos. “Toda esa locura del Mundial me fue conmoviendo. Y me planteé: ‘Voy a probar y ver hasta dónde puedo llegar en el vóley’. Después del torneo se los dije a mis viejos y ellos me apoyaron, como siempre, pero me pidieron que tratara de estudiar”, agrega.
En la finalísima, Argentina estuvo 2-1 arriba, pero finalmente cayó en cinco sets contra Polonia, en la que brillaba Tomasz Fornal. Al principio costó, pero los pibes se tragaron las lágrimas y entendieron que habían dado un paso brillante.
Al año siguiente del Mundial Sub 19 de 2015, mientras hacía el Ciclo Básico de Medicina en la UBA, Agustín fue uno de los mejores centrales del Sudamericano Sub 21 de 2016 en el cual la Selección logró el título en Bariloche. “Hice cinco de las seis materias del CBC. La sexta era presencial: por eso no la pude cursar ni aprobar”.
En 2017, Loser sería uno de los primeros voleibolistas argentinos en ganar un Mundial: el Sub 23 de Egipto. Loser, Santiago Danani, Matías Sánchez y Jan Martínez, campeones en la tierra de las pirámides, se asentarían en la Selección Mayor.
Ya en 2018, en la última temporada del ciclo de Julio Velasco como entrenador, Agustín fue pieza clave en la primera VNL –este torneo reemplazó a la Liga Mundial- y en el Mundial de Mayores.
Su crecimiento no tenía techo.
En su primera presencia olímpica, el más chico fue el más grande. Agustín era el más joven del plantel. Se elevó y puso las manos que sacudieron la madrugada argentina, exactamente a las 15.59, hora japonesa, en el Ariake Arena de Tokio. Loser bloqueó el ataque brasileño y Argentina se colgó la medalla de bronce, 33 años después de obtener una idéntica en Seúl 1988.
La secuencia de imágenes, tomándose el rostro, al igual que el capitán Luciano De Cecco, como si no creyeran que el bronce fuese real, es sublime. Emociona cada vez que uno se cruza esas fotos.


“A nivel deportivo, ese bloqueo es el recuerdo que más grabado tengo en mi cabeza. Fue increíble. No hay nada más lindo que vestir la camiseta de tu país. La motivación de ponerte esa camiseta es totalmente distinta a la de un club. Sentís una hermosa presión por representar a tu gente, tu familia, tus amigos. A todos. Haber ayudado a conseguir una medalla que va a quedar en la historia del vóley argentino es algo hermoso”, se emociona.
A los 27 años es, indudablemente, uno de los voleibolistas argentinos más exitosos de todos los tiempos. Aunque lo incomode el dato. Aunque siempre sea odioso compararse. Le cuesta ubicarse entre los jugadores más influyentes de la historia celeste y blanca. Sí acepta, en cambio, que su rol fue cambiando y creciendo. Obviamente.
“Llegué en 2018 y en los Juegos Olímpicos de 2021 todavía era el más chico. Y mi rol en el equipo fue cambiando. En 2024 había crecido mucho como jugador y como persona, me había desarrollado en lo técnico y lo táctico, y también en lo mental. Tenía experiencia en clubes y en Selección. Por eso, en los Juegos de París traté de pasarles mi experiencia a los más jóvenes”, describe.
“Siempre fui un jugador muy pasional, con cierta presencia. Y esa presencia fue creciendo para ayudar a los más nuevos. Se fue dando un cambio generacional y hubo pasos al costado. Seba Solé se fue de la Selección, después llegaron los torneos en los que no estuvo Facu Conte y, más tarde, otros en los que no estuvo Luciano De Cecco. De alguna forma, yo era uno de los que tenía que ir pasando el legado”, añade.
Así como rehúsa a ubicarse entre los más exitosos de la historia del vóley nacional, también esquiva la pregunta sobre su mejor performance con la camiseta celeste y blanca. “He tenido buenos torneos, con cierto protagonismo, además de Tokio: el Mundial 2022, la VNL 2023 y el Sudamericano que ganamos en 2023, por ejemplo. Es difícil pensar cuál fue mi mejor momento, porque siento que todavía puedo crecer mucho como jugador. Siempre quiero llegar a más. Lo mejor siempre tiene que estar por venir”, dice.
“Hay varios jugadores en condiciones de ser capitán. Jugadores que son líderes de este nuevo grupo: Agustín Loser, Santi Danani, Bruno Lima. Vamos a estar decidiéndolo con mi staff”, dijo recientemente el entrenador Marcelo Méndez en una entrevista exclusiva con Insiders. “Nombraste a Loser y puedo utilizarlo como ejemplo: quizás cumple otra función que le dé más responsabilidades y eso lo puede hacer crecer más dentro del equipo. Aun así, lo importante siempre es lo colectivo: formar una buena Selección”, detalló el técnico.
Es evidente que Agustín está llamado a tener un lugar preponderante en el seleccionado nacional durante los próximos años. Se lo ganó, por juego y personalidad. Y es consciente de eso.
“A veces me lo decía Luciano De Cecco. También Facu Conte me jodía con que yo sería el futuro capitán. Ahora va a depender de Luciano (data Insiders: no está claro si seguirá vistiendo la albiceleste, al menos en este 2025) y de la decisión del entrenador. Si me dan la oportunidad y la responsabilidad, lo haría con mucho orgullo, tratando de utilizar ese rol para ayudar a los demás y que así crezcamos como Selección”, responde sobre la eventual capitanía.
Si Argentina no pudo ganar la final del Mundial Sub 19 en cancha de Sarmiento de Resistencia, Chaco, aquel 23 de agosto de 2015, en gran medida fue por los 24 puntos que anotó Tomasz Fornal, la estrella de la coronación polaca.
Loser y Fornal podrían volver a cruzarse en la final de la Champions League 2025 el próximo 18 de mayo: el equipo de Agus y Seba Solé debería derrotar en semifinales al Halkbank Ankara de Turquía, mientras que el Jastrzębski Węgiel que dirige el entrenador argentino Marcelo Méndez –y que tiene en su equipo a sus compatriotas Luciano Vicentin y Juan Finoli- enfrentará en la otra llave al Aluron CMC Warta Zawiercie, en un cara a cara entre equipos polacos.
En la Superliga de Italia, Perugia enfrentará a Civitanova. Por la otra llave se medirán Trentino con Piacenza.
Después llegará la temporada de selecciones, con la renovada VNL y el primer Mundial con formato bianual en el horizonte. Con Loser como uno de los íconos argentinos, por supuesto.
Hace diez años, el Mundial Sub 19 le sacudió todos los planes. Fue un bisturí filoso. O un diagnóstico por imágenes que permitió ver más allá de lo obvio.
Una década más tarde, Loser jugará su tercer Mundial de Mayores. En el currículum tiene triunfos increíbles contra Brasil en casi todas las categorías –el de Mayores, en 2023, fue el único Sudamericano que ganó Argentina con la Verdeamarilla como parte del torneo-, una corona en el Mundial Sub 23 de 2017 y el bloqueo decisivo para conseguir la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos Tokio 2020+1. Además, cuesta encontrar repisas para apilar tantos premios individuales en torneos de máxima jerarquía.
Todo parece haber cambiado desde aquel invierno de 2015 en Chaco, hace exactamente una década. ¿Todo? Quizás no tanto.
“La técnica evoluciona. Lo táctico se aprende. La experiencia es valiosísima. Pero en muchas cosas, el de hoy sigue siendo el Agustín que conocí de chico. El pibe humilde que se hace querer por todo el mundo. Y el que mantiene esa actitud guerrera que no se negocia. Es lo que diferencia a los buenos jugadores de los excelentes. Y él, claro, está en el grupo de los excelentes”, dice Testa con emoción.
De aquel chico que tenía planeada su carrera de Medicina, a esta altura queda poco o nada. El pibe al que le picó la curiosidad y se atrevió a ver hasta dónde podía llegar en el vóley internacional ahora es considerado uno de los mejores centrales del planeta. No quiere saber nada con eso de andar alardeando con todo lo que ganó. No le gusta pensar que las cumbres o los picos están en el pasado. La vida le dio sorpresas. Por eso, el futuro siempre le resulta tentador.