Arabia Saudita en la Fórmula 1: mil y una noches de discordia
Si Francia es la cuna del automovilismo, Italia su corazón, Inglaterra su cerebro y Estados Unidos su usina, entonces Arabia Saudita es su más flamante dama de compañía.
Los 33 millones plus de habitantes del reino podrían ir en camino de transformarse a corto plazo en los más grandes fanáticos en el planeta de este deporte. Sus líderes han venido ofreciéndoles en bandeja los mejores acontecimientos automovilísticos:
En noviembre de 2019 recibió a la futurista Fórmula E en Diriyah, en la periferia de la capital Riyad, y en febrero pasado la mudó a Jeddah, la segunda ciudad del reino, dónde está afincada la Saudi Motorsports Company.
En 2020, el Rally Dakar abandonó Sudamérica para afincarse en la península arábiga. No reúne tantos aficionados ni es tan atractivo, pero allí recuperó su raíz desértica.
Ese mismo año, Aramco, la petrolera oficial saudí –el reino es el segundo productor mundial de crudo-, aceptó pagar 45 millones de dólares anuales, durante una década, para convertirse en sponsor oficial de la F-1.
En consecuencia, al año siguiente, inaugurando el circuito costanero (“Corniche”) de Jeddah, el callejero más veloz del mundo, la Fórmula 1 desembarcó con su Grand Prix, más su ladera Fórmula 2 para completar el programa.
En noviembre de 2024 organizaron el cierre del torneo europeo de coches de Gran Turismo, con una carrera de seis horas para coches Ferrari, Mercedes, Porsche y Lamborghini, entre otros.
Si los saudíes sentían que no era suficiente, el Mundial de Rally acabará este año en noviembre con el Rally de Arabia Saudita, y así lo hará hasta 2035.
Ciertamente, les falta una carrera de larga duración, tipo Le Mans, pero ahí están a manos los 1812 Kilómetros de Qatar o las 8 Horas de Bahrein, en el Golfo Pérsico.
Curioso ¿no? En los últimos cinco años, Arabia Saudita se convirtió en una auténtica meca (¿dónde, sí no?) del deporte motor. Todo luego del asesinato del periodista del New York Times Jamal Khassoggi, un saudí disidente, en la embajada saudí en Estambul, acaecido en octubre de 2018. Si el término “sportswashing” se utilizó por primera vez para denominar a la organización de los Juegos Europeos de 2015 en Baku (Azerbaiján), no cabe duda que los saudíes se volvieron expertos en la materia. ¿O es que hay algo más?
Desde el primer momento se discutió la propiedad de que tantas competencias tuvieran lugar en un país con pobres antecedentes en derechos humanos. Amnistía Internacional o la ONG Human Rights Watch criticaron con dureza la dinámica, argumentando en el caso de HRW que “todo es parte de una estrategia cínica para distraernos de los abusos de Arabia Saudita a los derechos humanos”
Para defenderse, la Fórmula 1 decidió autopercibirse como una fuerza capacitada para difundir el bien. “Hemos dejado en claro nuestra posición sobre derechos humanos a nuestros socios y países anfitriones, que se comprometieron a respetar los derechos humanos en la manera que se organizan esos eventos”, afirmó en una declaración de 2021. “Fórmula 1 trabajó duro para ser una fuerza positiva en cada lugar en el que compite, incluyendo beneficios económicos, sociales y culturales”. Solo les faltó postularse para un Premio Nobel.
Ese mismo año, las fuerzas de seguridad saudíes interceptaron misiles que apuntaban a caer en el circuito de Diriyah en el fin de semana de la carrera de Fórmula E. Eso no fue lo peor.
Un año después, el viernes 25 de marzo de 2022, una refinería de Aramco ubicada a once kilómetros del circuito Corniche fue atacada por misiles y drones lanzados por rebeldes houthies de Yemen, un país en cuya guerra civil se involucraron los saudíes. El fuego podía verse desde el circuito, dónde la Fórmula 1 estaba disputando su primera práctica libre del fin de semana, y el humo pronto llenó de olor acre los pits y el paddock. La Práctica Libre 2 se demoró para que pilotos y autoridades se reunieran en emergencia. Con garantías por parte de los organizadores, decidieron continuar el programa. Human Rights Watch denunció que, dos semanas antes, los saudíes ejecutaron a 81 disidentes y activistas chiítas.
Algunos pilotos, como Lewis Hamilton o Sebastian Vettel, expresaron objeciones de conciencia. “Me vuela la cabeza escuchar las historias, me dijeron que un chico de 14 años me mandó una carta desde el pasillo de la muerte. Pero no ay mucho que pueda decir que haga una diferencia”, señaló el inglés. El alemán fue más allá: organiza cada año, allí en Jeddah, una carrera de karting para jóvenes conductoras. En las calles y rutas de Arabia Saudita, las mujeres pueden manejar recién desde setiembre de 2018.
No todos adoptaron posturas tan críticas. “No nos interesa la política, es muy importante que el deporte sea deporte y la política sea política”, dijo entonces Max Verstappen. “A veces a la gente le gusta estar en el centro de todo, yo prefiero centrarme solo en el deporte; si no, habría sido político, pero no es mi especialidad. Al final, cada país tiene sus defectos, pero también sus aspectos positivos, y no vamos a cambiar el mundo como deporte, pero intentamos compartir valores positivos. Como sabemos, en algunos países (cambiar) lleva un poco más de tiempo”. Verstappen ganó en Arabia Saudita en 2022 y 2024. A él no le va tan mal allí.
Según publicó el Guardian en 2023, Arabia Saudita había gastado en los dos años anteriores unos 6.300 millones de dólares en tratos deportivos –desde el automovilismo al golf, desde el tenis al fútbol, desde el boxeo al ciclismo-, una cifra que cuatriplicaba la invertida en los seis años previos a 2021. Esa multiplicación parece subrayar el intento de distraer con actividades deportivas de primer nivel el impacto que produce la política de derechos humanos del reino.
En F-1, a los 450 millones aportados por Aramco a las arcas de la categoría, hay que sumarle el derecho que se paga para organizar el Grand Prix, unos 65 millones anuales, una cifra que triplica lo que normalmente se abona en Europa. El calendario 2024 incluye 9 carreras en territorio europeo y 4 en la zona del golfo Pérsico: Bahrein (ya disputada; Arabia Saudita (este fin de semana), Qatar y Emiratos Árabes Unidos (las dos últimas pruebas del año, una posición que supone un pago adicional). El contrato de los saudíes por el GP vence recién en 2030. Hasta entonces habrán gastado 650 millones de dólares.
También se podría agregar el dinero que Aramco transfiere al equipo Aston Martin para ser su main sponsor: según versiones confiables, es una modesta suma de 75 millones de dólares anuales.
Como decimos aquí: un fangote de plata.
¿Tan fanáticos son?
Este cronista todavía recuerda como, en algún momento de los ’90, el encargado de comunicaciones de la FIA para la F-1 se paró arriba de un escritorio, unas tres horas después de terminada la carrera, para avisarnos que el primero y el segundo del Grand Prix habían sido desclasificados. El reporte estaba prácticamente listo para enviarlo a Buenos Aires, pero había que reescribirlo todo. Más insultaban los europeos, cuya hora de cierre apretaba tanto que ya dolía.
Ese encargado de comunicaciones (en ese caso, de darnos la mala noticia) se llamaba Martin Whitaker. En esa posición lo había ubicado Bernie Ecclestone, el Zar de la F-1. Luego fue jefe de prensa de McLaren en la última época de Ayrton Senna, más tarde director deportivo de Ford y, cuando la F-1 desembarcó en el Golfo, Ecclestone lo reclamó para que se pusiera sobre los hombros la organización del GP de Bahrein.
Como tantos expatriados ingleses en esa zona del globo, Whitaker edificó una fortuna. Cuando los saudíes iniciaron su ofensiva sobre el automovilismo, parecía la persona indicada para ayudarlos.
Uno de los tantos fondos de inversión que son propiedad del reino, el PIF (Public Investment Fund) creó la Saudi Motorsport Company (SMC), la empresa que organiza la carrera. Como el Príncipe Khalid Bin Sultan Al Abdullah Al-Faisal, puesto a cargo de la federación de automovilismo y motociclismo saudí, vive en Jeddah (y no en Riyad), allí se asentó la SMC y se programó la competencia de F-1. Había que construir el circuito en menos de un año. Nombraron a Whitaker como CEO de la compañía y le endilgaron la tarea. La FIA aprobó las instalaciones un día antes de que los autos salieran a pista.
Whitaker defiende sin pruritos la posición de sus patrones. “Seamos honestos, los derechos humanos son un problema en todo el mundo, no específicamente en Arabia Saudita. No es una excusa, no estoy aprobándolo en absoluto. Pero la Fórmula 1 eligió correr aquí. Así que trabajemos con esta gente y utilicemos el deporte como una oportunidad para lograr una mejor comprensión”. Algunos de sus compatriotas aseguran que es el nuevo Lawrence de Arabia. Más allá de la nacionalidad, no parece que tengan nada en común.
Con gran, crudo respaldo, el príncipe Khalid alimenta fabulosas, peregrinas ideas. Mientras Whitaker piensa cómo desarrollar el automovilismo local, al integrante de la realeza saudí navega entre proyectos de hipotético fuste. Dos años atrás jugó con la idea de un segundo Grand Prix en su país.
“Este es un gran mercado y tenemos una economía muy fuerte, así que la idea es realizable. No me sorprendería que tuviéramos dos carreras en el futuro”, dijo en 2023. “Es como los Estados Unidos, que tienen tres carreras, porque el mercado es grande allí y hay demanda”. Solo EEUU aventaja a los saudíes en producción petrolero, pero su mercado interno es diez a doce veces más grande.
Sin embargo, iniciaron un proyecto gigantesco: un parque de atracciones con una pista de estilo grandioso, en Qiddiyah, una gran ciudad de entretenimiento planeada en 2019 sobre 400 km2 de superficie a 40 kilómetros de Riyad. El expiloto Alex Wurz participó en el diseño del trazado de 21 curvas y 80 boxes.
La inauguración del circuito estaba prevista para 2027, pero una semana atrás, Khalid se atajaba: “pensamos que no será antes de 2027, estamos pensando en 2028, acaso 2029”. ¿Acaso alguna vez? Toda la fuerza del reino parece estar puesta ahora sobre el Mundial FIFA de 2034.
Lo sorprendente fue la aclaración del dirigente: “Se habló en los medios hace un par de años sobre tener dos carreras en Arabia Saudita. No creo que con el actual calendario sea posible”. ¿Se habló? ¡El príncipe fue quien alumbró el proyecto! Khalid es el mismo que esta semana señaló que le gustaría tener su propio equipo de Fórmula 1, o que su país tenga el suyo propio. No es obligatorio creerle.
Con los autos listos para salir a pista este viernes, todavía quedaban entradas disponibles, desde generales hasta accesos VIP. La carrera no es un gran éxito en popularidad.
“El Grand Prix de Arabia Saudita es solo una parte de una visión más general sobre el futuro del reino”, se lee en la web que vende esos tickets no deseados. “Vision 2023 creará una Arabia Saudita que todo el mundo querrá visitar y que los afortunados pueden llamar hogar”.
El reino puede ser una voluptuosa dama de compañía del automovilismo, pero está muy lejos de transformarse en el auténtico hogar de los fierros.