Hamilton concretó el sueño de Senna en Ferrari
El piloto británico empezó a escribir su historia en el Cavallino Rampante, una relación que Senna nunca pudo concretar pese al deseo de ambas partes.
Dos viernes atrás, el 21 de marzo pasado, Ayrton Senna habría cumplido 65 años. De no haber sucumbido en la trágica jornada del 1° de marzo en Imola (Italia), seguramente ya habría sido presidente de Brasil durante dos periodos, dado su compromiso social y el profundo amor que sentía por su país, y aun con edad jubilatoria estaría involucrado de alguna forma con la Fórmula 1.
Su heredero espiritual, Sir Lewis Hamilton, idolatrado en Brasil al punto de haber sido distinguido con una ciudadanía honoraria, ha llevado adelante en buena medida -gracias a la creciente seguridad de estos autos de carrera- varias de las actividades que Senna pretendía. La más llamativa es su matrimonio con Ferrari.
Hamilton consiguió su primer número 1 con Ferrari el mismo día en que Senna habría cumplido 65. Un homenaje tácito que pasó por debajo del radar, y que aquí rescatamos para justificar esta historia.
Adriane Galisteu, la última pareja de Senna, reveló años después de la tragedia que el piloto tenía tres sueños: ser padre, visitar Disneylandia y correr para Ferrari. No pudo cumplir ninguno.
Hamilton no ha sido padre, no estamos seguros de que haya visitado Disneylandia, pero sí sabemos que el tercer caro deseo de Senna consiguió concretarlo. A los 40 años, compite para Ferrari y consiguió ya su primer halago con la casa de Maranello: ese tiempo veloz del viernes 21 se tradujo en una victoria en el Sprint del día siguiente en Shanghai (China).
En por lo menos tres ocasiones (1990, 1993 y 1994) hubo gestiones directas para que Senna se calzara la tuta rossa, y las últimas tratativas no continuaron dada la tragedia. Si alguna de esas negociaciones hubiese fructificado, la historia de la Fórmula 1 de los últimos treinta años bien podría haber sido muy distinta.
Pudo haber sido el brasileño y no Michael Schumacher, quien pusiera fin a una larga sequía de casi 20 años sin títulos de la casa de Maranello, de la misma manera en que ahora Hamilton, mientras procura su octavo título mundial, quiere cortar una nueva racha negativa en Ferrari que lleva ya 18 años... llevando a bordo algo de Senna.
LA PRIMERA
El de 1988 fue un año significativo tanto para Senna como para Ferrari. El brasileño ganó su primer título mundial de Fórmula 1, conduciendo para Mclaren e instalándose definitivamente como una fuerza dominante en el panorama de la máxima categoría. La casa italiana, en tanto, perdió a su creador, Enzo Ferrari, muerto en agosto de aquel año y la lucha por el poder que desató esa desaparición generó enormes turbulencias durante meses en los pasillos del Cavallino Rampante.
Fiat era propietaria del 90 por ciento de las acciones ferraristas, y los ejecutivos que dispuso para conducir la compañía de Maranello vivían conspirando unos contra otros. La estabilidad política era una quimera allí. Nunca como entonces Maranello había rimado tanto con Maquiavelo.
Ferrari llevaba casi una década sin éxitos, luego del último título logrado por Jody Scheckter en 1979, y de las Copas de Constructores alcanzadas en 1982 y 1983.
En esos años, Lancia, otra marca propiedad de Fiat, había conseguido ciertos éxitos en rally y resistencia. Por lo tanto, su manager, Cesare Fiorio, fue trasladado a Ferrari en un enésimo intento de ganar el esquivo título.
Para 1990 Fiorio contaba con Alain Prost, quien había huido de una escuadra McLaren a la que consideraba más propiedad de Honda y de Senna que de su titular, Ron Dennis. El manager italiano había sido determinante en la llegada del francés a Ferrari. Pero sentía que la operación no estaba completa. “Ayrton quería correr para Ferrari, yo podía sentir su deseo, que también era el mío”, reveló años más tarde.
El italiano no demoró en poner en práctica sus ambiciosos planes. Aprovechó que Brasil era el segundo GP en el calendario para visitar a Senna en su departamento en una torre de San Pablo. Ocurrió el 20 de marzo; la conversación duró 10 horas, entre las 9 y las 19, y giró sobre todos los tópicos posibles: el contrato, su duración, la situación técnica, el dinero disponible, los ingenieros… El 25 de marzo, Prost ganó con su Ferrari 640 en la pista de Interlagos, mientras Senna terminaba tercero tras una inesperada detención a consecuencia de un toque en pista.
Una quincena más tarde, Fiorio envió un documento al domicilio europeo de Senna, en el edificio Houston Palace de la avenida Princesa Grace, en Mónaco, a cien metros de la curva del Puerto en el circuito de Montecarlo. “Como consecuencia de nuestros varios encuentros, mediante la presente resumimos el estado actual de nuestras negociaciones para que conduzca de forma exclusiva para la Scuderia Ferrari en el Mundial de Fórmula 1 de la FIA en 1991 y 1992”, rezaba el documento, que no era otra cosa que un draft del contrato propuesto.
Al poner sobre el papel el estado de la negociación, Fiorio le pedía a Senna confirmación de su interés por continuar las tratativas sin por ello crear “una obligación legal”. El brasileño tenía contrato vigente con McLaren, la escuadra que peleaba el campeonato contra Ferrari. Si la negociación se filtraba, el escándalo podría volverse mayúsculo.
Senna le llevaba ocho puntos de ventaja a Prost en el torneo y McLaren aventajaba por 18 a Ferrari entre los Constructores cuando la Fórmula 1 se aprestaba a disputar el séptimo GP de año, en Francia. Camino a Paul Ricard, dónde se disputaría la carrera, Fiorio aterrizó en Niza y se desplazó al Houston Palace. Era el jueves 5 de julio. Ese día liquidaron la discusión sobre los temas pendientes del draft.
“El dinero no era un problema, ni lo que más importaba. Pidió lo lógico para su estatura de campeón. Casi ni hablamos de eso, era más cómo trabajaba el equipo, quien diseñaría el auto, quién sería su ingeniero. Habíamos contratado a Steve Nichols (que había trabajado con Senna en el título de 1988) y eso para él era más importante que el dinero”, relató Fiorio.
El manager italiano vivió dos alegrías fenomenales en días consecutivos. El domingo 8, Prost ganó con su Ferrari el GP de Francia; el lunes 9 de julio, Senna firmó el draft y se lo envió por fax: Fiorio conserva ese documento como una reliquia. Es la prueba de que Senna estaba convencido de correr para Ferrari en 1991.
LA DELACIÓN
Piero Fusaro, un ingeniero electrónico que había formado parte de Ferrari entre 1975 y 1979, era desde fines de 1988 el presidente de la compañía, designado por Fiat a la muerte de Enzo Ferrari. Fiorio había llevado en secreto las tratativas con Senna y, al enterarse de ello, Fusaro tomó muy mal la actitud del team manager de encarar la negociación sin consultarlo.
La politiquería interna arruinó la gestión. En lugar de entusiasmarse por lo que Ferrari ganaba con el trato, a Fusaro solo se interesó por lo que él perdía con esa maniobra: liderazgo, influencia, poder. Así que decidió frustrar los planes. Tuvo una pésima idea: revelarlos nada menos que a Prost, que después de las carreras de Francia e Inglaterra había conseguido desplazar a Senna, por dos puntos, de la vanguardia del torneo.
En Inglaterra, precisamente, frustrado por la rotura de su coche, Nigel Mansell, compañero de Prost, anunciaba su retiro. De esa manera, la segunda butaca de Ferrari quedaba libre. Fiorio era puro regocijo.
“Yo estaba llevando adelante una tratativa secreta para contar con Senna en Maranello. De esa tratativa Prost fue puesto al corriente por el entonces presidente de la Ferrari, Piero Fusaro, que estaba probablemente fastidiado con mi presencia, con mi rol, no lo sé, quizás tenía un completo de inferioridad, no sé qué tenía conmigo… No sabiendo cómo hacer para eliminarme, se alineó con Prost y le dijo que el propio team manager estaba trayendo a Senna… Con el conocimiento de esta situación, Prost me confrontó, sin entender que lo estaban usando para meterme en dificultades”. Esa es la versión de Fiorio en una entrevista de fines de 2012.
Acaso Fiorio pecó de ingenuidad: Reunir de vuelta a Prost y a Senna después de lo que había ocurrido en el seno de McLaren durante las dos temporadas anteriores parecía una locura. Pero quizás podría haber desplazado a Prost, si no ganaba el título, para colocar en su lugar a un piloto que no fuera rival para Senna. El italiano Riccardo Patrese podía cumplir, finalmente, un sueño que llevaba alimentando más de una década.
“Senna iba a llegar a Ferrari en 1991; sin embargo, tuve que irme yo, porque Fusaro desautorizó mi palabra en el contrato que yo había suscrito”, agrega Fiorio en esa entrevista. Pero no todos los observadores lo ven como una víctima.
Pino Allievi, el legendario cronista de La Gazzetta dello Sport, cree que Fiorio es responsable por la pérdida de ese título, al no haber detenido la lucha interna entre Prost y Mansell. “Si el equipo hubiese sido bien manejado, Prost habría sido el campeón, sin ninguna duda. Si Fiorio reflexiona, tendría que admitir que de haber conducido de otra forma a Ferrari, habría ganado el campeonato”, lo cita Malcolm Folley en su libro “Senna vs Prost”.
La vorágine hizo el resto. Fusaro le cerró en la cara a Senna la puerta de Ferrari; a continuación, el brasileño chocó a Prost en la última carrera de ese año, en Japón; en mayo de 1991, Fiorio fue despedido por Fusaro; en octubre, el directivo echó a Prost antes de que terminara el Mundial, luego de que el francés comparara de manera poco elegante la Ferrari con un camión. A continuación, Gianni Agnelli, el mandamás de la Fiat, despidió a Fusaro… En menos de un año no había quedado ninguno de los protagonistas de la historia.
LA SEGUNDA
La reorganización de Ferrari se ordenó en torno al abogado Luca Cordero Di Montezemolo, que tras haber presidido el Comité Organizador del Mundial de Fútbol Italia 1990, estaba libre. Tras un paso en falso con Niki Lauda como asesor, convocó a Jean Todt, exitoso con la escuadra Peugeot en rally y Le Mans (como Fiorio con Lancia).
Senna quedó en la mira de Todt a fines de 1993, cuando ya el brasileño quería salir de McLaren a toda costa.
“Durante el fin de semana del GP de Italia, pasé tres horas con Senna en mi oficina en Monza”, reveló el francés. “Pero él quería venir en 1994, y para esa temporada ya teníamos dos pilotos contratados [Jean Alesi y Gerhard Berger]”.
La respuesta de Senna fue reveladora de la manera en la que entendía sus propias necesidades. “En la Fórmula 1 los contratos no son importantes”, asegura Todt que le dijo Senna. Berger era el mejor amigo del brasileño en la máxima categoría, pero Senna entendía la F-1 cómo un terreno propio en lo que interponer escollos a su voluntad era un error divino. “Para mí lo son” respondió el francés, según su relato.
A la carrera siguiente, en Portugal, Prost anunció su deseo definitivo de retirarse, dejando una vacante en Williams. Ideal para Senna. En octubre de 1993, aquí en Buenos Aires, le pregunté por el tema:
-Usted anunció su salida de McLaren para 1994. ¿Tiene ya firmado su contrato con Williams?
-No puedo comentar asuntos futuros sobre otro equipo, porque es prematuro.
-¿En algún momento pensó seriamente pasarse a Ferrari?
-Lo único que puedo asegurar ahora, respecto del año próximo, es que voy a correr. ¿Para qué equipo?, no es el momento aún de hablar.
Era un secreto muy mal guardado.
“La fallida llegada de Senna a Maranello cambió la historia de la Fórmula 1”, piensa Fiorio. “La historia de Ayrton, que finalmente fue a Williams y perdió la vida en Imola, y también la mía: con él al volante, yo me habría quedado en Ferrari”.
Galvao Bueno, el relator brasileño de la Selección de Brasil (“la transmití más de 40 años y, salvo el 1-7 ante Alemania, nunca la vi jugar tan mal como contra la Argentina, fue un baile, ¡qué cosa horrorosa!” acaba de reconocer) y de la Fórmula 1, gran amigo de Senna, reveló recientemente una conversación que tuvo sobre el particular con el piloto paulista. “Una vez le pedí que me definiera, en pocas palabras, qué era una Ferrari para él.
-Un auto, un color, un rugido, un sueño-, me contestó.
-Entonces, ¿por qué no corres con ellos?
-Porque no ganaron nada en dos años. Tengo que quedarme en Williams, ganar dos títulos mundiales, alcanzar a (los cinco de Juan Manuel) Fangio y después ir a Ferrari.
LA TERCERA
Senna insistió hasta el final. “Cuando vino Italia para el Gran Premio de San Marino, nos encontramos en mi casa de Bolonia el miércoles 27 de abril (de 1994)”, contó recientemente Di Montezemolo. “Quería venir a Ferrari y yo lo quería también”. A Senna le quedaban, apenas, cuatro días de vida.
“Hablamos un rato largo y él me dejó en claro que quería concluir su carrera en Ferrari, y qué tan cerca había estado de unirse a nosotros años antes. Acordamos vernos pronto de nuevo: estábamos de acuerdo en que Ferrari sería el sitio ideal para seguir su carrera, lo que hubiera sido brillante, incluso único”.
Di Montezemolo y Todt contrataron un año más tarde a Schumacher. Rompieron el mercado, pagándole 25 millones de dólares, una cifra que triplicaba lo que por entonces ganaban los pilotos de Fórmula 1; Senna había corrido las 16 Grands Prix de 1993 a cambio de un millón de dólares por competencia, pero esa había sido una excepción, no la regla: Nigel Mansell fue campeón mundial en 1992 ganando apenas 3 millones.
El alemán corrió cuatro años sin poder darle el título a Ferrari. Recién en 2000 se inició la racha de los cinco títulos consecutivos. Quién sabe si hubiera llegado a ese extremo, a las 72 victorias con el Cavallino Rampante, con Senna vivo... y en Ferrari.
A Schumi lo reemplazó Kimi Raikkonen, que ganó el título de 2007 y nada más. Desde entonces, sequía total. Para darla por terminada, John Elkann, el actual presidente de Ferrari, sobrino nieto de L’Avvocato Agnelli, separó 400 millones de euros para invertir en su Proyecto Hamilton; doscientos irán a la cuenta bancaria de Sir Lewis.
“Cuando veo a Hamilton actualmente, siento que veo un poquito de Ayrton en Ferrari”, reconoció Bueno.
Tras ganar el Sprint, el pasado sábado en Shanghai, Hamilton le entregó un momento mágico a la reportera brasileña Mariana Becker, que lo entrevistaba para la cadena Band: “Cuando me senté en el coche hoy, estaba extrañamente calmo, más concentrado y tranquilo de lo que me he sentido en mucho tiempo. Fue entrar al auto y recordar que estaba viviendo un sueño, probablemente uno que también Ayrton alentaba: correr para la Ferrari. Espero que cuando lleguemos a Brasil, tengamos un auto todavía mejor. Eso sería especial, ganar con el rojo y la bandera verde”.
Acaso, con Hamilton, tal como lo vio Bueno, haya algo de Senna en Ferrari. Al fin.
¡Felicitaciones, Pablo! De los mejores textos que leí en los últimos tiempos. Una delicia. Fuerte abrazo